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jueves, 11 de julio de 2013

Historias del basket (VI): James Williams

Nació el 18 de febrero de 1953, en el barrio de Brownsville, al este de Brooklyn. Le apodaban “Fly” (la mosca), ya que se decía que estaba en todas partes casi al mismo tiempo.


Como la mayoría de  los jugadores que jugaban en los diferentes playgrounds, Williams también pasó la mayor parte de su tiempo en la calle, pero este, no lo hizo en Rucker Park, él lo hizo en Foster Park.

Además, también participó en una película titulada “Historias de Nueva York”, y las escenas en las que tomó parte se rodaron en la cancha en la que él pasaba más tiempo.

Era un jugador que prefería tirar que pasar, tenía un físico prodigioso, y medía 1.95 metros aproximadamente, pero además de por todas sus buenas virtudes, también se le conoce por llevar ropa un tanto curiosa, solía llevar el pelo tintado, etc, en definitivamente, una persona extravagante. Por este motivo se le compara mucho con Dennis Rodman.

Además de ser un tanto curioso es su forma de ser, también hizo algunas cosas poco apropiadas en medio de algunos de sus partidos. Por ejemplo, cuando jugaba en la ABA  con los Spirits, en medio de un ataque, se fue directo a su banquillo a beber un vaso de agua. Nadie le dijo nada, porque lo hizo con tanta rapidez, que no le dio tiempo a reaccionar ni a su propio entrenador ni a los árbitros.

Entrando un poco más en su carrera como profesional, cabe destacar que llegó a anotar 100 puntos en un partido de instituto, y también llegó a ser jugador de la ya desaparecida ABA.

Fue elegido en la primera ronda del draft de la ABA de 1974, por los Denver Nuggets. Justamente después del draft, le llegaron varias ofertas de distintos equipos, de las cuales, se quedó con la oferta de los Spirits de St. Louis.

Los Spirits era un equipo que estaba formado por unos jugadores un tanto raros. Entre estos jugadores estaba Marvin Barnes, al que le encantaba montar escándalos, Gus Gerard, que no hablaba absolutamente nada, hasta el punto de que sus compañeros llegaron a pensar que era mudo, Mo Lucas, que su violento carácter hacía que algunos de sus propios compañeros le llegaran a tener cierto miedo, y por último, Donnie Adams, que según las personas que lo conocían, era la persona más friki de todo el planeta. Después de todos estos, añadieron a un chaval bastante travieso, llamado James “Fly” Williams. Al de pocos días de entrar Williams en el equipo, hubo una pelea en la que este último perdió unos cuantos dientes. En la pelea también estuvieron implicados Gerard y Barnes.

Todos estos individuos, hicieron que la cocaína fuera algo tan normal en lo entrenamientos, como hoy en día son la bebidas isotónicas.

“En realidad nunca sabías lo que el novato Fly Williams podía hacer en la pista -añade Arthur Hundhausen, escritor de un libro sobre la ABA-. Favorito de los espectadores de St. Louis promedió 9.4 puntos y 2 asistencias, pero algunas noches estaba verdaderamente caliente y otras sencillamente horroroso”.

Después de la ABA, Fly probó suerte en la CBA (Continental Basketball Association), la Eastern League e incluso Israel, a pesar de que nadie le recuerda por aquellas tierras. Pero al ver que la suerte no le llegaba, decidió volver a su

hábitat natural, las canchas callejeras de Nueva York.

Allí, llegó con más fuerzas que nunca, y en su primer partido en el torneo Dappar Dan Classic anotó nada más y nada menos que 63 puntos sobre el gran Moses Malone.

Llegó a ser tan famoso por el este de Brooklyn, que el propio Mike Tyson decidió ir a buscarle, para conocerle en persona.

Unos años más tarde, ya nadie se acordaba del pobre James, y cayó en uno de los peores sitios donde alguien puede caer, las drogas, las peleas, y la cárcel.

En 1987, tras un partido de exhibición, tuvo una gran pelea con un supuesto aduanero, y al de unos días, le dieron un balazo.

“Qué rápido se empapó toda mi ropa de sangre. Estuve muerto. Te lo aseguro. Mi corazón se detuvo pero me devolvieron a la vida -relata el propio Fly sin perder nunca el humor-. Después de recibir el disparo pude ver una luz brillante y una especie de fuego por debajo de mí... y una lengua alcanzaba mi pierna. En serio te lo digo. El sacerdote que vino a darme la unción en el hospital me dijo después que había visto el infierno”. Pero, al fin y  al cabo, James Williams, conserva lo más importante, la vida.


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