De pequeño, solía jugar a las canicas. Recuerdo que siempre había disputa
entre los compañeros por el orden en que empezábamos a lanzar nuestras bolitas
de cristal o porcelana decoradas con diversos colores. La cuestión es que tirar
primero o tirar último siempre traía polémica. En primer lugar, el que empezaba
la partida tenía la posibilidad de hacerse con las canicas apostadas colocadas
en un cuadro dibujado en la arena. No obstante, de fallar el primer disparo y
no conseguir ninguna canica, era el que se exponía a más balazos de los demás
compañeros. No siempre era mejor ser primero. En segundo lugar, alguien que no
tirase empezando consigo la partida, representa que tiene un disparo de
desventaja al primero, incluso así a veces este salía más beneficiado que el
que tiraba ante que él.
El Draft de la NBA es algo muy parecido al jugar a las canicas. Es cierto que como más buena sea la posición para elegir, más se acercará a escoger el jugador que se precise. Y también es cierto, que a quien hayan elegido las franquicias, no se lo podrán quitar las franquicias que lo harán a posteriori. Sin embargo, existe la posibilidad de no acertar con el jugador drafteado, de modo que con esto, el draft sí que se parece al jugar a las canicas. De buen principio, a la par con la posición en que se escoge, se opta a todo lo que se ofrece, y a lo largo del Draft, dicho total va aminorando. Cleveland Cavaliers tiene de nuevo la primera elección en el Draft por segunda vez en tres años, y por tercera vez desde hace diez años. En concreto, LeBron James no ocasionó ningún tipo de duda en que él sí sería número uno en el Draft. Pero esto no suele ser así. Incluso jugadores de la talla de Kevin Durant, o del mismísimo Kobe Bryant no fueron elegidos en la primera elección por sus respectivos equipos. Portland optaba a todo lo que había en el Draft y perdió la oportunidad de escoger al jugador franquicia en que se hubieran estructurado unos cimientos más que firmes. En cambio, antaño fue recompensado y sin saberlo de buenas y primeras. Damian Lillard, mejor rookie de la temporada fue escogido en la sexta posición. Pero otro ejemplo ¿Lillard hubiera ganado el ROY de haber sido seleccionado en la cuarta posición por Cleveland Cavaliers? Lillard, con Irving siendo ROY del año anterior, hubiera perdido protagonismo, eso seguro.
Jugar a las canicas es algo es algo sin importancia, sin trascendencia en
la consecución de los hechos de cada partida. Tan solo es jugar. Asimismo,
comparte un paralelismo con el Draft de la NBA, aunque esto, paradójicamente,
asume una responsabilidad casi vital. Cómo explicar sino que Hibbert escogido
en decimoséptima plaza, o Marc Gasol, mejor defensor de la temporada y escogido
en la elección cuarenta y ocho de su Draft, sean imprescindibles en el quinteto
inicial de dos equipos que están jugando las finales de conferencia este año. De
haber sabido su margen de progresión, quizás hubieran salido en el Top 10, o
quizás no, pero fueron en su momento “regalos” que el Draft de la NBA da. Es
por esto, que tan cerca de una decisión que puede condicionar o llevar por el
buen camino el futuro de una franquicia, lo comparo con algo tan insignificante
como un juego de recreo. Alivio con palabras esta presión que el Draft supone,
ya que de acertar con el jugador adecuado, una franquicia puede hacerse con
fortuna, fama, y poder a su vez.
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