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sábado, 13 de septiembre de 2014

Serbia vence en una batalla inolvidable para pasar a la final (85-90)

No fue un espejismo. Con el talento y la cohesión por bandera, Serbia logró el pase a la final doce años después como broche de oro a un partido inolvidable. Ni tan siquiera la garra y orgullo francés encarnado por un Batum encomiable pudo materializar la hazaña. Djordjevic desde el banquillo y Teodosic en la cancha, lideraron la exhibición colectiva de un equipo que haciendo gala de su gen competitivo, supo rehacerse en la adversidad para no fallar en el momento decisivo.
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Si bien Francia aguantaba la buena puesta en escena de su rival de la mano de un Boris Diaw omnipresente, era Serbia, quien al ritmo de un Teodosic implacable mandaba un aviso. El compás era acelerado, así como la intensidad en una contienda que ya presentaba síntomas de batalla desde los primeros compases. Sin embargo, eran los de Djordjevic quienes cómodos en estas circunstancias con Milos y Markovic como líderes, daban un golpe sobre la mesa con ante el atasco de los galos, que se veían obligados a reaccionar tras un parcial de 11-0 en contra, siendo Batum el encargado de minimizar daños al terminar el primer período. (15-21)

Los galos lo intentaban por activa y por pasiva, pero nada era suficiente para frenar a un Milos Teodosic superlativo. Consagrado como amo y señor del partido, creaba tanto como anotaba, causando estragos para terminar por abrir brecha que empezaba a ponerse cuesta arriba para Vincent Collet. Cómodos, fluidos y letales, Serbia imponía su ley sin miramientos, y aunque Francia intentaba sobrevivir desde la defensa y la solidez interior, Teodosic volvía a salir a la palestra para devolver las cosas a su curso y seguir con su imparable monólogo. Un dominio apuntalado por una labor coral atrás encomiable (10 pérdidas francesas), que evitaba cualquier intento de remontada rival para asegurar su ventaja cuando llegábamos al descanso. (32-46)

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La cadencia se ralentizaba a pasos agigantados conforme las imprecisiones comenzaban a sucederse, pero la fortaleza y cohesión serbia no permitían cambio alguno en la dinámica de partido. Francia no era capaz de encontrar un patrón ofensivo sobre el que regir su remontada, algo que bien aprovechaba su oponente para mantener la compostura y materializar su superioridad desde atrás. Batum volvía a echarse el equipo a las espaldas, pero más allá de sus acometidas, Francia carecía de creación, sufriendo en estático para sucumbir ante el dúo Raduljica-Krstic, que lideraba a los suyos para conservar el partido en su terreno. (46-61)

Pero Francia no se iba a rendir tan fácilmente. Con una defensa asfixiante con la que maniatar a Teodosic, los blues  erradicaban la fluidez balcánica, empezando pronto a creer de la mano del dúo Batum-Diaw, que asumiendo galones, salían al rescate para marcar un parcial de 15-4 que hacía cambiar radicalmente de cara al partido. Los galos se encomendaban a la brillantez de un Batum inexorable, comandando la escalada de los suyos de forma heroica, y enfrentándose a un Bogdanovic dispuesto a aniquilar cualquier opción. 

El combate estaba al rojo vivo, siendo el escenario de un incesante intercambio de golpes en el que si bien Heurtel, Diaw y un incombustible Batum intentaban materializar la hazaña, eran Teodosic y Bogdanovic los que cogían las riendas para contestar a cualquier embiste. Llegábamos al final del partido, y aunque Batum continuaba rozando un nivel extrarrestre, Heurtel fallaba ante la sangre fría balcánica, que impecables, certificaban no sólo una victoria, sino un pase tan merecido como meritorio para la gran final del Mundial. (85-90)

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