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El CAI golpea primero
Sin complejos y con las ideas claras, el CAI salía a la cancha imponiendo su ley sin contemplaciones, dando buena cuenta de su equilibrio en ataque con un incisivo Roll y un eficaz Norel como baluartes desde el perímetro y pintura respectivamente. Ante el persistente apagón ofensivo, el Estudiantes se veía contra las cuerdas conforme su rival seguía abriendo brecha apoyados en su fluidez con Jones como máximo exponente de un vendaval en el que solo Colom conseguía frenar la sangría (27-14).
El Estudiantes se choca contra el muro rojillo
Sin embargo, mientras los rojillos bajaban el ritmo ofensivo cuando la defensa estudiantil empezaba a despertar, su ataque hacía lo propio cuando encontraban en los vuelos sin motor a Nogueira la mejor solución. Pero aun sin dar la versión del anterior periodo, el CAI dominaba bajo los tableros sin dar opcion a los chicos de Vidorreta que pese a sus continuas acometidas no encontraban regularidad. De esta manera, a poco que los rojillos pisaban el acelerador volvían a conseguir involucrar a todos sus efectivos, desde Norel a Sanikidze pasando por un Llompart que ya había cogido las riendas de los suyos para contrarrestar tanto a Banic como a Miso y marcar así su territorio cuando llegábamos al descanso. (46-31)
Foto: ACB |
La tónica permanecia intacta a la salida de los vestuarios, porque si bien la escuadra madrileña amenazaba con reaccionar, eran los locales quienes volvian a reencontrarse con su juego con una labor coral encomiable en la que la solidez defensiva se traducia en una inspiracion ofensiva incontestable. El Estudiantes se frustraba y aun encomendandose a un voluntarioso Kuric, se sepultaba a si mismo con dos tecnicas que no hacian sino ponerles aun mas contra las cuerdas. De la mano de un Jones omnipresente, el CAI continuaba con su particular dominio con 10 minutos por jugarse. (71-50)
A base de triples, los zaragozanos no daban opción alguna ante un equipo que se aferraba a la intensidad de Banic para mantenerse con vida. Los minutos pasaban y el control maño no obtenía respuesta en un intercambio de golpes en el que sólo los destellos individuales rompían la anarquía y los aires de un partido sentenciado en donde el canterano Javier Marin centraba todas las miradas. Y es que en un cumulo de despropósitos los estudiantiles recortaban, pero no era suficiente para acabar con la hegemonía rival y así pues, evitar la derrota (80-65).
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