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Si bien los griegos daban sensación de control, las tornas amenazaban con cambiar una vez los locales se entonaba, haciendo gala una vez más de su pluralidad ofensiva para contrarrestar las acometidas de un Lojeski muy enchufado. Pese a que conforme pasaban los minutos se empezaban a minimizar daños atrás, los malagueños permanecían en un constante "quiero y no puedo", ya que seguían careciendo de ese revulsivo para dar un golpe sobre la mesa, continuando a remolque de la consistencia helena, que aun sin dar su mejor versión en este segundo período, marcaba la pauta cuando llegábamos al descanso. (34-41)
La tónica parecía intacta a la salida de los vestuarios, pero Spanoulis y Lojeski volvía a irrumpir en la contienda para dejar las cosas claras, ya que en un visto y no visto, el Unicaja veía como el encuentro se volvía a poner cuesta arriba independientemente de lo entonado de un voluntarioso Zoran Dragic, que aun contando con la aportación de Urtasus no era suficiente para soportar el empuje de los visitantes, que poco a poco involucraban a más efectivos de cara al aro avisando con romper el partido. Porque más allá del resultado, la noción de dominio y solidez de los rojiblancos era cada vez más evidente, contando con una ventaja cómoda a falta de 10 minutos por jugarse. (50-63)
Sin embargo, lo peor estaba por llegar, y es que en cuestión de minutos, la espesura en ataque volvía a aparecer para los malagueños, que impotentes ante el inquebrantable muro rival, advertían como las opciones de victoria se diluían conforme el rival imponía su ley y su juego, beneficiándose de la agresividad y aporte de Dunston, Papapetrou o incluso Petway, que hacían inútiles los intentos de Stimac de volver a meterse en el encuentro. Se dilapidaban las esperanzas del Unicaja, y con ello, se complica y mucho la andadura de los malagueños de cara a la consecución del pase a cuartos de final. (63-80)
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