Como ejemplo podemos tomar a Calvin
Murphy, el hombre más bajo aposentado en el Hall Of Fame con 1,75 metros de
estatura. Las condiciones físicas de jugadores así son algo fuera de lo común,
extranaturales. El inconveniente que su altura supone, implica tener que desarrollar
y con creces otras capacidades del juego como son la fuerza, la resistencia, la
agilidad, el salto, o bien la velocidad etc. En este caso, con 165 centímetros
de altura, mencionamos a Earl Boykins, quien a pesar de ni siquiera superar el
metro setenta, en sus años con Denver Nuggets fue uno de los jugadores que en
proporción a sus dimensiones levantaba más peso en el gimnasio tan solo con las
piernas. Él afirmaba que ese entrenamiento tan autoexigente que se imponía era
para poder saltar más alto en el momento en que lanzaba. De aquí viene ese
porcentaje más que aceptable cuando seleccionaba sus tiros, especialmente de
larga distancia (40,5% en Milwaukee Bucks y 34,8% a lo largo de su carrera en los
tiros de tres). Después del jugador que destacó como triplista, no podemos
obviar jugadores que a pesar de su carencia de centímetros machacan los aros
como si un metro más midieran. Tanto Spud Webb como Nate Robinson, personas de
1,68 y 1,75 metros respectivamente, han
sido ambos campeones del concurso de mates en el All-Star Weekend de la NBA.
Cosa nada sencilla y menos teniendo en cuenta el tamaño de sus cuerpos.
Sin embargo, no podemos hablar de
ellos como jugadores que tan solo destacan en algún aspecto del juego en
concreto. En especial, Robinson con los Bulls, ha vivido allí una de sus
mejores campañas de su trayectoria. Y es que asumiendo el rol de líder en
PlayOffs, en ningún momento le vino grande.
Por último, solo queda mencionar
al más pequeño, Tyrone Bogues, quien compartió vestuario con Manute Bol, uno de
los jugadores más altos en la historia de la NBA. No es solo por la dificultad
que implica la escasez de algún que otro centímetro más, sino también por la
diferencia de altura que hay en cuanto a los jugadores que les cubren y
viceversa. De no ser por su elevada habilidad, buen ritmo en el juego y alto
dominio en el control del balón esta diferencia sería incompensable en todos
los ámbitos. Gracias a la incondicional e irrepetible actitud y mentalidad de
los jugadores con estas dimensiones, propicia que hayan podido destacar en una
liga como la NBA. Asimismo, por esto y por mucho más, esta clase de personas
corroboran que verdaderamente, el tamaño no importa.
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