Cada
cuatro años se renueva el Espíritu Olímpico. Es un hecho muy simple, que muchas
veces queda deslumbrado por la parafernalia que cada vez rodea más a los Juegos,
aunque es el acto principal de toda ceremonia olímpica. Un hombre o una mujer,
o más concretamente, un atleta o un jugador llega hasta el estadio olímpico con
la anteúltima posta del recorrido de la antorcha olímpica y se la entrega al último
de sus iguales, que anteriormente ha sido medalla de oro olímpico y que tiene
el honor de encender el pebetero situado normalmente, aunque ha habido muchísimas
excepciones, en la Torre de Maratón del estadio. A partir de este momento los
juegos comienzan y se olvida el significado de lo ocurrido en la ceremonia de
apertura, en la que se han soltados palomas como símbolo de paz y se han hecho
juramentos para dejar claro que se respetaran las reglas, para recordar solo
algo que se ha cantado previamente en el Himno Olímpico, en el que, con
palabras del poeta griego Kostis Palamas, se recuerda solo una cosa: “Arrojad,
guirnaldas de flores que no palidecen. ¡A los victoriosos en la carrera y en la
contienda!”.
Así, el Espíritu Olímpico, que exige “comprensión mutua, solidaridad y espíritu de amistad y de juego limpio”, según reza la Carta Olímpica del COI, queda barrido por un viento que solo exige ser más rápido, fuerte y alto (citius, altius, fortius… y, porque no decirlo, guapo) y, sobre todo, ganar. Porque a partir de ese momento las cadenas de televisión, que han pagado millonadas por retransmitir el evento, necesitarán que los atletas ganen para que puedan firmar esplendidos contratos comerciales que, a modo de spots publicitarios, se anuncien por su cadena para aumentar los beneficios del dinero invertido y la cuenta de ganancias del atleta o jugador en cuestión.
Tal vez por ese motivo, uno se queda un tanto pensativo cuando reflexiona sobre la apertura de los JJ.OO. a los profesionales del deporte, en nuestro caso al Dream Team. Porque, a partir de ese instante, las cosas que, en el baloncesto olímpico, habían conseguido quedar bastante igualadas hasta ese momento con la medalla de oro de la URSS en Seúl 1988, se desequilibraron ante el avasallamiento y deslumbramiento de Magic, Jordan, Bird y compañía en la apoteósica olimpiada de Barcelona 1992. Ocho años antes, España fue medalla de plata en Los Angeles 84 y veinticuatro años después, en 2008, volvimos a ser medalla de plata en Beijing y repetimos en Londres 2012. En frente hemos tenido a los jugadores más fuertes de la historia de la NBA, desde Jordan y Ewing en Los Angeles hasta Bryant y Lebron en Beijing y Londres. Las antiguas URSS y Yugoslavia son medalla de oro en unos juegos y la incombustible Argentina de la generación dorada también tiene su oro, bien es cierto que contra un pésimo equipo de “profesionales” NBA, pero también tiene su oro… y todos queremos el oro que se merece esta generación de jugadores irrepetible. Todos, aficionados-jugadores-técnicos, lo queremos. Primera razón.
Así, el Espíritu Olímpico, que exige “comprensión mutua, solidaridad y espíritu de amistad y de juego limpio”, según reza la Carta Olímpica del COI, queda barrido por un viento que solo exige ser más rápido, fuerte y alto (citius, altius, fortius… y, porque no decirlo, guapo) y, sobre todo, ganar. Porque a partir de ese momento las cadenas de televisión, que han pagado millonadas por retransmitir el evento, necesitarán que los atletas ganen para que puedan firmar esplendidos contratos comerciales que, a modo de spots publicitarios, se anuncien por su cadena para aumentar los beneficios del dinero invertido y la cuenta de ganancias del atleta o jugador en cuestión.
Tal vez por ese motivo, uno se queda un tanto pensativo cuando reflexiona sobre la apertura de los JJ.OO. a los profesionales del deporte, en nuestro caso al Dream Team. Porque, a partir de ese instante, las cosas que, en el baloncesto olímpico, habían conseguido quedar bastante igualadas hasta ese momento con la medalla de oro de la URSS en Seúl 1988, se desequilibraron ante el avasallamiento y deslumbramiento de Magic, Jordan, Bird y compañía en la apoteósica olimpiada de Barcelona 1992. Ocho años antes, España fue medalla de plata en Los Angeles 84 y veinticuatro años después, en 2008, volvimos a ser medalla de plata en Beijing y repetimos en Londres 2012. En frente hemos tenido a los jugadores más fuertes de la historia de la NBA, desde Jordan y Ewing en Los Angeles hasta Bryant y Lebron en Beijing y Londres. Las antiguas URSS y Yugoslavia son medalla de oro en unos juegos y la incombustible Argentina de la generación dorada también tiene su oro, bien es cierto que contra un pésimo equipo de “profesionales” NBA, pero también tiene su oro… y todos queremos el oro que se merece esta generación de jugadores irrepetible. Todos, aficionados-jugadores-técnicos, lo queremos. Primera razón.
Medallas y ranking histórico. Fuente: universobasquetbol.com |
En los últimos
juegos celebrados en Atenas en el año 2004, se produjo un hecho bastante
espectacular que no se ha visto repetido en ninguna olimpiada. Cuando llegó el
momento de la última posta, el relevista no recorrió el estadio por la pista
exterior de atletismo como se hace habitualmente, sino que lo hizo por el
centro del campo mientras el pebetero adquiría vida desde su torre de maratón ultramoderna y se iba agachando para acercarse
hasta el portador de la antorcha. En ese momento, no está claro si el relevista
encendió el pebetero o fue el pebetero el que recogió el fuego, pero lo que sí está
claro es que el pebetero adquirió vida propia para ser uno más de los que
estaban allí presentes. Hace mucho tiempo que la selección femenina tiene vida
propia, los resultados de los últimos años y el juego desplegado por los de
Mondelo, unido a la calidad de todas sus jugadoras, lideradas por Alba Torrens,
Marta Xargay o Anna Cruz, por no mecionar a todas, a las veteranas y a las
novatas… y a las jubiladas, hacen que la selección femenina siga su propio camino idependiente.
Ya no necesita que le acerquen el fuego, ahora son ellas las que se acercan a
recogerlo porque su identidad como equipo va mas allá, pese a los deméritos del
comentarista de TVE, que siempre las trata como niñas. La selección femenina
esta al mismo nivel que la masculina. Su objetivo es el oro porque hace tiempo
que se independizaron. Tercera razón.
La
cuarta razón tiene que ver con el lugar donde se celebra. Estos juegos son los
primeros que se celebran en Sudamérica y, a diferencia de los celebrados en México
(Centroamérica) o Canadá y EE.UU. (Norteamérica), llevan camino de convertirse en las
peores olimpiadas de la historia en cuanto a preparación del evento. Brasil es
así: baile, carnaval, alegría, samba y… mordidas (corrupción). Sin embargo, no
van a dejar de sorprendernos, porque a diferencia de otras citas olímpicas, donde
todo estaba listo y preparado, en Brasil se apagan los fuegos con alegría y
disparate. Y si no, pregúntenle al alcalde de Rio, cuando, para salir al paso de
la huida en masa de la delegación australiana de la villa olímpica por no tener
esta ni las tuberías puestas, el regidor les ofreció un par de canguros para que
se sintieran como en casa. Una guasa al estilo de la broma de ver a Marcelinho
Huertas en el equipo de Magic Johnson, Los Angeles Lakers. Sin embargo, será
interesante ver como la selección carioca se desenvuelve en el torneo de sus
juegos, aunque también será interesante ver como lo hacemos nosotros y, sino, acuérdense
del cruce con ellos en Londres 2012... en el que incompresiblemente perdimos para poder presentarnos sin problemas en la final.
Esta razón
es la más complicada de todas. Ya no está Kobe, ya no está Lebron, pero esta
Kevin Durant y once colegas más, entre los que está el siempre serio y eficaz Klay
Thompson para acompañar a un equipo, que hasta el momento han brindado un
extraño espectáculo en sus partidos de preparación, en los que parece que se
han creído que son el Dream Team de Barcelona 92, aunque hasta el momento solo han dejado irritación y estupor. Será interesante ver como se desenvolverán
en un torneo al que llegaban de favoritos sobre el papel… pero, pensándolo bien,
quizás no tanto. Quinta razón.
La
quinta lleva a la sexta. La selección femenina de USA, al contrario de la
masculina, es la selección más seria de todas. Y no solo respecto al baloncesto, sino de cualquier selección que esté presente en los juegos, se
trate del deporte del que se trate. Porque la cuestión no es que estén todas
las estrellas de la WNBA: Bird, Delle Donne, Gritner, Moore, Taurasi, etc.,
sino que la cuestión es que el coach que las dirige es una leyenda viva del
baloncesto. Geno Auriemma. El entrenador jefe de la Universidad de Connecticut,
es uno de los entrenadores que dotan al baloncesto de claridad, buen hacer y
seriedad. Solo por ver como dirige, aunque en este caso lo tiene fácil, merece
la pena. Pero esa no es la razón, la razón está en ver como los entrenadores
contrarios serán capaces de contrarrestar a este bloque en su conjunto. La tarea
es difícil y por eso merece la pena seguir con detenimiento que se les ocurre.
Sexta razón.
La séptima
razón lleva el sello de nuestra selección nacional. En el pasado Eurobasket, se
alcanzó una vez más la gloria. Pero el camino no fue un camino de rosas desde
el principio. Fueron muchos los factores que hicieron dudar del equipo, sin
embargo, superadas ciertas dudas y miedos, el juego se centró completamente en
el mejor jugador de la historia del baloncesto español, Pau Gasol. Y, como si
todo estuviera planificado desde un principio, la maquinaria ÑBA comenzó a
girar entorno a él para hacernos olvidar los partidos fallidos. No importó lo
sucedido antes, y la semifinal ante Francia fue el culmen de una gran actuación.
Pero, claro, las preguntas siempre surgen antes de un torneo de estas características:
¿estarán los nuestros al nivel acostumbrado?, ¿se modificaran algunos esquemas
o prioridades porque hay jugadores que están pidiendo asumir el liderazgo a
marchas forzadas?, ¿volverán a ser las Olimpiada de Gasol y Navarro o, por el
contrario serán las de Llull, el Chacho y Rudy?, ¿Barça o Madrid a la hora de
decidir?, ¿se notará demasiado la ausencia de Marc Gasol?, etc. O, tal vez no se trate de nada de esto y Mirotic de el paso al frente
que todos esperamos que dé.
El torneo
se presenta bonito. Los grupos son más atractivos de lo que parecen a simple
vista, aunque, a priori, el grupo de USA y Francia tiene a dos claros
favoritos seguros. Normal, si tenemos en cuenta que la FIBA tiene que pagar los favores
recibidos por la Champions a Francia (¿Recuerdan el medallero? Francia está por detras de España). Pero no todo suele ser un camino fácil en
un torneo de estas características y otras selecciones, como la italiana, ya
han pagado el precio de la soberbia. España se enfrentará a selecciones muy
potentes sobre el papel. ¿Y qué importa? Los cruces serán tan duros una vez que
supere la fase de grupos que llegar a la final ya es un éxito en sí. ¿Y qué
importa? La motivación es la intriga de cada partido y de cada resultado por el
nivel con el que llegan todas las selecciones. Y las chicas tampoco lo tienen
nada fácil con USA, Canadá, Serbia y China en su grupo. Octava razón.
Atletas,
jugadores, entrenadores, directivos del COI, de la FIBA, de las federaciones (incluida
la nuestra), pero... ¿y los árbitros? Aunque esta razón es un tanto extraña, ya que
no se pueden seguir unos juegos pendientes de la actitud de los árbitros, en
todos los foros siempre está presente la misma pregunta: ¿pitaran los árbitros los
pasos a los americanos? La cuestión no es tan simple como parece, ya que en la
ceremonia de apertura los jueces hacen juramento de respetar las reglas con
fidelidad y no dejarse sobornar. Sin embargo, una vez que los americanos salen
a la pista parece que las reglas FIBA no van con ellos, al igual que las
agencias antidopaje del COI. ¿Serán estas las olimpiadas en las que los árbitros
hagan respetar a los americanos nuestras reglas o tendrá que suceder que los
jueces de la mesa retrasen el reloj lo que haga falta hasta que los americanos
pierdan, como así sucedió en las olimpiadas de Múnich 72? Novena razón.
La última
razón es simple, quizás baladí o vacía de contenido, o tal vez tenga que ver con
el egoísmo o con el calor de estas fechas, pero el horario de los partidos llama
a estar sentadito en una terraza al fresquito tomando una cervecita, o lo que
se tercie, con los amigos, o lo que se tercie, mientras el sopor nos relaja
cuando veamos los partidos de la selección. Anímense porque los JJ.OO. son cada
cuatro años y estos están llenos de alicientes. Dis-frú-ten-los. BA-LON-CES-TO.