Noviembre, 22, los
Chicago Bulls se enfrentan contra los Portland Trail Blazers y
Derrick Rose, la estrella indiscutible del equipo de la "Windy
City", jugando su décimo partido oficial tras más de un año y
medio parado cae al suelo de nuevo. Un rayo de desesperanza destroza
los corazones de los aficionados de la franquicia de Illinois, que
ven como una temporada llena de buenos presagios pese al dubitativo
inicio (5-5) amenaza con irse al traste debido a la nueva lesión del
que fuera MVP en la 2010-2011.
Todo se ha torcido,
y desde la lesión del base las dudas revolotean como cuervos
alrededor del cadáver del que fuera uno de los equipos más
prometedores de la NBA. Acabado diciembre la racha ya va por 6-13 en
contra desde la fatídica ruptura de menisco de Rose, y los Bulls
navegan en aguas turbias con su 11-18, aún en la Conferencia Este
más débil en mucho tiempo. La grada, sin embargo, recibe otro
mazazo al perder a Luol Deng, que se marcha a los Cavaliers dejando
un hueco enorme en juego y corazones. Todo parece abocado al
"Tanking", y el recuerdo de los años de gloria en la
década de los 90 se esfuma como los colores con las nevadas del
gélido invierno de Illinois.
Pero sucede algo que
ningún analista podía prever, y los Bulls no solo logran rehacerse
tras la marcha del alero sudanés, sino que además encadenan 5
victorias consecutivas y se acercan al 50% en el récord. Paso a
paso, partido tras partido, los rivales van cayendo frente a un
equipo rocoso y durísimo en defensa que logra desesperar a cada
conjunto con el que se enfrentan. Enero se salda con un 11-4 ,Febrero
un 9-4, y en los cuatro partidos disputados por ahora en Marzo van
dos victorias y dos derrotas. Con 34-28 los Chicago marchan cuartos
en la Conferencia Este y pisan los talones de los muy sorprendentes
Toronto Raptors...aunque quizás no tan sorprendentes como un equipo
al que todos daban por muerto y ha reaccionado con la fiereza de uno
de los poderosos reinos de los mundos de fantasía de tantas novelas
a lo largo de los tiempos, echándose a hombros de su particular
héroe: Joakim Noah.
"No tengo nada
que decirles a esos fans, cada uno puede pensar lo que quiera. ¿Pero
querer que tu equipo pierda los partidos? Esos no son verdaderos
fans, para mi gusto" Así se expresaba el pívot francés a
mediados de enero, ante las quejas que surgían entre sectores de la
hinchada por las victorias obtenidas, ya que ello alejaba el ansiado
objetivo de colarse en el Top-5 de uno de los Drafts más
prometedores de los últimos tiempos. Pero Noah no quería ser el
líder de un equipo encaminado al derrotismo y a la espera de otro
profeta que anunciara la llega del Mesías Rose para un 2015
glorioso, sino que soñaba con alzar un título con el equipo en el
que ha jugado desde que comenzó su andadura profesional. Joakim es,
ha sido y será, un guerrero.
Hijo del famoso
tenista francés Yannick Noah y de su esposa, la modelo sueca Cecile
Rhodes, Joakim nació en Nueva York pero a los tres años fue llevado
a París, donde viviría hasta 1998, cuando, con 13 años, regresó a
uno de los múltiples hogares que ha tenido en su vida, puesto que en
su pasaporte luce la huella de la Galia, los países nórdicos, las
tierras del norte de América e incluso el eco de la ascendencia
camerunesa de su padre. Pero Estados Unidos sería la tierra de las
oportunidades para un joven al que el apellido de su progenitor
perseguía, por sus triunfos y su popularidad en el país francés, y
que quería labrarse un nombre con sus propias manos.
Llegó a la
universidad en la temporada 2004-2005, alistándose en los Florida
Gators, allí donde habían jugado Jason Williams, Haslem o Mike
Miller, y coincidiendo con dos jugadores a los que el destino uniría
en los corazones de los aficionados de esta universidad: Al Horford y
Corey Brewer. En su primer año Joakim no jugó más que unos 10
minutos por encuentro, pero Florida no registró malos números. En
su segunda temporada, ya sin el que había sido la estrella (David
Lee), en el equipo, llegó el primer título en la historia de los
Gators. Y al año siguiente, después de rechazar presentarse a un
Draft como el de 2006 (con muchas elecciones catastróficas en
primera ronda), los tres decidieron regresar para conseguir el
"repeat" antes de dar el salto a la liga profesional.
Hacían historia en ese 2007, tanto con su reconquista del gran
premio de la NCAA como en una noche de Draft donde Horford se fue a
los Hawks con el número 3, Brewer con el 7 a Minnesota...y Joakim
tuvo que esperar a la novena posición para aterrizar en la
franquicia donde Jordan construyó su imperio, en una plantilla que
venía de eliminar a los Miami Heat, campeones en 2006, en primera
ronda y que parecía presentar un futuro muy prometedor.
EL GLADIADOR DE
CHICAGO:
Con 22 años, uno de
los líderes de los Gators que habían arrasado en los dos últimos
años en la liga universitaria se vio arrastrado al mundo de la
competición profesional en un equipo con muy altas expectativas
después de la grandísima campaña completada en la 2006-2007. Sin
embargo todo comenzó a torcerse con la gran racha de derrotas
sufrida al inicio de la temporada, la destitución de Scott Skiles y
el bajo rendimiento de Ben Wallace, el fichaje estrella del anterior
verano y que con muchos años a cuestas cobraba un contrato
difícilmente soportable o traspasable (Aunque los Cavaliers, en su
desesperada búsqueda de ayuda para LeBron James, lo canjearon antes
del cierre de mercado de traspasos). No parecía el sitio más
propicio para crecer, pero poco a poco Noah fue ganándose minutos y
terminó la temporada con promedios de 6,6 puntos y 5,7 rebotes, amén
de una constante muestra de intensidad y pasión en la cancha que
encantaba a los fans que acudían al United Center. El balance final
de 33-49 impidió alcanzar de nuevo los Playoffs, pero sí para que,
milagrosamente, el número 1 del Draft cayera en manos de los Bulls y
Derrick Rose, la gran estrella de los Memphis Tigers, se pusiera la
camiseta del equipo de su ciudad natal.
Con él a los mandos y varios
traspasos (incluyendo la llegada del veterano Brad Miller y de John
Salmons) los de Chicago llegaron a los Playoffs y fueron eliminados
en siete partidos por los campeones, Celtics, en una serie disputada
ferozmente donde quedó para el recuerdo el robo y posterior mate de
Joakim en el último minuto de la tercera prórroga del sexto
partido, asegurando la victoria de los de Chicago.
Su segunda temporada
había concluido con éxito innegable, subiendo sus promedios en
todos los aspectos y convirtiéndose poco a poco en héroe de la
hinchada local por su incansable entrega al equipo en cada minuto que
pasaba en la cancha. La 2009-2010 supuso su confirmación, llegando a
la treintena de minutos y promediando aproximadamente 11 puntos y 11
rebotes por encuentro, pese a perderse una veintena por lesión.
Otra, esta vez en la mano, lo tuvo 34 encuentros sentado en la
2010-2011, pero la historia estaba comenzando a cambiar en la Windy
City. Esa temporada, en la que el francés firmó su contrato por
cinco años y sesenta millones, también vio la llegada de Tom
Thibodeau, entrenador que había sido asistente de los Celtics,
Carlos Boozer y Kyle Korver, a la postre piezas clave en la
franquicia.
Cuando el último
partido de la liga regular se había jugado, los Bulls dominaban con
mano de hierro la clasificación, habiendo alcanzado las 62 victorias
y viendo como Derrick Rose se alzaba con el trofeo al MVP de la
temporada (el más joven en conseguirlo). Cayeron en la final del
Este contra los Heat del nuevo todopoderoso tridente formado por
LeBron, Wade y Bosh, pero el futuro pintaba de color dorado. La
2011-2012 supuso otro gran paseo triunfal, llegando a terminarla con
un 50-16 (fue la del Lockout) y una previsible victoria fácil contra
Philadelphia en primera ronda...hasta la lesión de Rose.
Volvemos al momento
presente. Derrick sigue de baja, y los fans de Chicago siguen mirando
con esperanza al futuro (de una a tres elecciones en el próximo
Draft y la previsible llegada de Mirotic) pero a la vez lamentan que
su presente no sea más glorioso por la caída de esa Espada de
Damocles que son las lesiones, eliminando a su jugador estrella. Sin
embargo es en los momentos más difíciles donde los verdaderos
líderes surgen para animar a sus compañeros de batalla y dirigirlos
a la victoria. Y eso es lo que está haciendo Joakim Noah.
EL HÉROE DE
CHICAGO:
Joakim acredita
actualmente 60 partidos jugados, con 34 minutos por encuentro, 12
puntos, 11,8 rebotes...y 4,8 asistencias en cada partido. Tenemos que
remontarnos a jugadores como el Pau Gasol de su espectacular
temporada 2005-2006 (4,6) o Webber y Divac en los Kings de principios
de siglo para encontrar semejantes estadísticas de pase en un hombre
alto. La progresión del francés ha sido increíble en el aspecto de
la visión de juego, elevando poco a poco sus promedios hasta las 4
asistencias de la temporada pasada y las casi 5 de esta. Se sitúa
también en sus mejores promedios anotadores y reboteadores (sexto
mejor de toda la liga en esto último)
Pero si los números
de su año completo son buenos, los de los partidos desde la marcha
de Luol Deng son increíbles. Sin Rose y sin el alero sudanés
acompañándole, Joakim ha cogido las riendas del equipo y está
convirtiéndose en el eje del ataque de los Bulls, repartiendo 6,4
asistencias y logrando tres triples dobles (Dos de ellos casi
consecutivos) en dieciséis partidos. Mantiene además promedios de
13/11 en anotación y rebotes y su puesto como ancla defensiva en la
zona de los de Illinois, una de las defensas más inexpugnables de la
liga.
La afición adora a
Noah por su entrega en cada segundo, cogiendo rebotes, saltando a
taponar tiros o desviándolos solo con su sola presencia debajo de la
canasta, pero ahora tiene nuevos motivos para idolatrarle. Desde el
poste alto el ex de los Gators reparte juego, amenaza con un
lanzamiento de estilo feo pero que ha ido puliendo con el paso de
las temporadas y también con una entrada a canasta llena de garra
muy difícil de detener. Si analizamos la "Shotchart" de
NBA.com podemos ver que si bien donde mejor anota es justo debajo del
aro tiene unos promedios muy buenos cuando se atreve a lanzar desde
la cabeza de la bombilla o a unos 4 o 5 metros de distancia. Sigue
sin ser un lanzador muy fiable pero ha demostrado una progresión
espectacular en tantos aspectos de su juego que no podemos descartar
totalmente que siga mejorando hasta los 32 años, la edad que se
suele considerar el "pico" de los baloncestistas.
Héroe es el término
que mejor se le aplica. Fue el "Rookie" peleón y querido
por la grada. Pasó a ser el luchador bajo los aros que no cesaba de
perseguir balones hasta que el árbitro decretaba el final del
partido, y ahora asume los galones dejados por el líder mientras
está en la enfermería, ansioso por volver a la guerra. Joakim Noah
es el héroe, un aspirante al premio a Mejor Defensor de la NBA que
distribuye el balón como un base y no tiene reparos en sangrar por
sus compañeros. ¿Cuántas gotas del líquido vital pueden haber
caído sobre la roja camiseta de los Chicago Bulls, ocultando las
heridas de un comandante que da ejemplo a los suyos desde la primera
línea y los catapulta a una entrada en Playoffs que muchos daban por
imposible desde que Rose se rompió el menisco?, ¿cuántos rebotes
habrán caído en las manos rasgadas y los brazos magullados del
incansable torbellino que asola el United Center?
Joakim Noah:
jugador, gladiador y héroe. Dos All-Star consecutivos y un camino
empedrado hacia la gloria. Un sendero de muchos combates en los que
poder seguir cimentando su carrera como una más que probable leyenda
Bull. Más de 450 partidos y miles de litros de sudor lo avalan.
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