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Haciendo valer su condición de local, el Panathinaikos golpeaba primero, porque si bien la pluralidad ofensiva y la encomiable actitud de los griegos salía a la palestra para poner tierra de por medio desde los primeros compases, era la dirección de Diamantidis y el acierto exterior con Maciulis y Fotsis como máximos exponentes los que maniataban a un CSKA en estado de 'shock'. Pero aunque los rusos empezaban a dar síntomas de entrar en el partido conforme pasaban los minutos, las distancias permanecían considerables al término del primer período.
Frizdon comanda la reacción moscovita
Aunque Frizdon intentaba por activa y por pasiva tirar del carro, no había manera de frenar a la máquina verde. Agresivos e incisivos, estaban decididos a marcar su territorio gracias a dos acciones espectaculares tanto de Bramos como de Mavrokefalidis que acaban colgándose del aro. Sin embargo, pese a toda la que estaba cayendo, los de Messina mantenían la compostura, y esperando su oportunidad finalmente obtenían su premio una vez encontraban la fluidez y equilibrio en ataque necesario para parecerse al equipo que acostumbra. Liderados una vez más por un soberbio Frizdon, los moscovitas llamaban a la puerta y aprovechando la inspiración y los destellos de Pargo, seguían al acecho una vez llegábamos al descanso pese a los intentos de Zack Wright de calmar los ánimos.
Las defensas se imponen con el partido en un puño
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La sangre fría de los griegos decanta la balanza
Mientras el omnipresente base americano con pasaporte bosnio se echaba el equipo a las espaldas ante los embistes de Weems y Vorontsevich, el parqué del OAKA se convertía un auténtico campo de batalla donde cada balón se golpeaba como el último y cada canasta valía su peso en oro. Tal era la exigencia física a la que se sometían uno y otro, la contienda se libraba en la línea de personal así como en el cuidado del balón, donde los muros levantados por ambos hacían del temple la mayor de las virtudes. Inmersos ya en el clutch time, fue ahí donde la escuadra helena conseguía decantar la balanza en un cúmulo de despropósitos ofensivos que no hacían sino caldear aún más el ambiente. Pese a las insistencias de un espeso y desacertado CSKA, era la sangre fría de su oponente la que decidía y forzaba el cuarto partido en Atenas.
- DATO: La asistencia a Lasme con la que sentenció el encuentro colocó a Dimitris Diamantidis como el máximo asistente histórico de la Euroliga con 978 asistencias en su haber.
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