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domingo, 7 de julio de 2013

Historias del basket (II): Joe Hammond

Nacido en el barrio de Harlem en la ciudad de Nueva York en el año 1950, jugaba de base, y medía 1.90 metros. Joe pasó la vida en las calles del ghetto, entre drogas, delincuencia y como no, las pistas de los “playgrounds”. Le apodaban el destructor, o “Dirty hand”. Este último se lo ponían, porque el color de la noche era igual de negro que el propio Joe. Su pique con, nada más y nada menos que con el grandísimo Julius Erving, es el mejor duelo que se recuerda de toda la historia del “playground”.


"Siempre odió la escuela", recuerda Don Adams, el único entrenador que tuvo jamás Hammond a nivel amateur. "Recuerdo que faltaba a clase durante largos periodos de tiempo. Libra por libra, Joe Hammond era el mejor jugador de baloncesto que salió nunca de Harlem. Hay una gran diferencia entre Joe y otros jugadores de Instituto legendarios como Earl Manigault y “Helicopter” Knowings. El resto tuvo alguna oportunidad de salir de esto pero no lo lograron. Pero Joe, ciertamente pudo salir y no quiso", dijo Don Adams.

A pesar de no haber jugado ni un sólo minuto en equipos de Instituto o Universidad, muchos consideran a Hammond el mejor jugador callejero de todos los tiempos y con 19 años ya estaban ojeadores de la NBA detrás de él.

El gran nivel que tenía, hizo que los Lakers le seleccionaran en el hardship draft de la NBA (draft para jugadores con problemas en los estudios) de 1971 e hicieran una oferta de 50.000 dólares. Hammond rechazó la oferta de Jack Cooke, propietario de los Lakers en aquella época, porque tenía su propia fuente de ingresos, un negocio de tráfico de drogas en las calles de Harlem. “Estaba haciendo quedar en ridículo a esos tíos, y algunos de ellos estaban ganando realmente un pastón, 200.000 o 250.000 dólares por año. Le dije a los Lakers que yo merecía lo que ganaban esos tipos simplemente porque yo era mejor que la mayoría de ellos, pero rechazaron pagarme. Entonces les pedí un contrato garantizado, y lo rechazaron de nuevo” declaró Joe.

Con 21 años, tenía unos 200.000 dólares en su casa, y lo consiguió con el tráfico de drogas. “Vender drogas es dinero garantizado, y eso es lo que les pedí a los Lakers y que no me quisieron dar” dijo Hammond.

Un día, el gran Nate Archibald, miembro del Hall of Fame de la NBA, estaba preparando un reportaje para la ESPN en Rucker Park, y ese mismo día, jugaba Hammond en aquella mítica cancha.Casualmente, en ese partido, Joe anotó 82 puntos, y Nate, después de ver el espectáculo y las grandes habilidades de aquel joven jugador, dijo: “Joe estaba jugando contra un equipo de jugadores profesionales y anotó 82 puntos. No lo hubiese creído si no lo hubiese visto con mis propios ojos. Estaba vivo, y era real”

En aquel partido, Joe llegó tarde, y aunque nadie sepa el por qué, la mayoría de personas piensan que fue porque le encantaba ser el centro de atención. Una enorme limusina paraba en mitad de la calle y de ella salía nada más y nada menos que Hammond en medio del griterío de los aficionados que rodeaban a la estrella local pidiendo autógrafos. La policía contenía a la muchedumbre a duras penas e incluso uno de ellos se acercó a Hammond para pedirle que aparcase el coche como era debido y no en mitad de la calle. Joe, en su infinita arrogancia, miró con desprecio al policía y como si de un aparcacoches se tratara le arrojó las llaves y le dijo “Quítalo tú”. El policía, avergonzado y sin saber qué hacer decidió quitar el coche por sí mismo en medio de las risas generalizadas.


Hammond jugó su único año como profesional con los Allentown Jets de la Eastern Basketball Association (EBA) en 1970, y se ganó un puesto en el All-Star de la liga.

Hammond explicó que comenzó a perder interés en seguir con su carrera como profesional. Volvió a las calles y al dinero fácil, y sufrió mucho después de aquella decisión, más de lo esperado. Se enganchó a las drogas y fue enviado dos veces a la cárcel por cargos relacionados con posesión de drogas, perdiendo todo su dinero y posesiones.

Por último, una frase que dijo Joe Hammond estando ya en prisión; “Dime, ¿de esta pasta es de la que están hechas las leyendas?”.


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