Cuando Rudy llegó a
Portland, en un estado de forma increíble y habiendo dominado la ACB
de cabo a rabo, se le recibió con muchas esperanzas: no en vano, era
atléticamente superior a la mayoría de los europeos que llegaban a
la NBA, cumplía en la altura para la posición, penetraba muy bien,
era muy buen tirador, pasador muy correcto y su defensa era lo
suficientemente buena ya de por sí, sin adaptarse a la NBA, como
para garantizarle una buena cantidad de minutos en su primera
temporada.
Pero también había dos
problemas: el entrenador y el jugador con el que competía por la
posición. Nate McMillan no es, ni mucho menos, el monstruo que
muchos piensan en España, donde se le ve como una especie de ogro
comeniños, principalmente por las situaciones incómodas en cuanto a
minutos uno y papel el otro que vivieron Sergio Rodríguez y Rudy
Fernández en Portland.
Quien viera alguno de los
partidos de los Blazers en la era McMillan se daría cuenta con suma
facilidad del sistema de juego que, como es lógico, favorecía mucho
a la estrella, Brandon Roy, pero no a los dos españoles: empezando
por detrás, donde McMillan era exigente, la defensa era de equipo, a
menudo en zona, para intentar cubrir las carencias de Roy, defensor
correcto pero no excelso. Los contraataques de Portland eran
anecdóticos, pues McMillan sabía que sus oportunidades de ganar los
partidos pasaban por un ritmo lento y pocos puntos, logrados casi
todos en un ataque estático donde Roy, capaz de meterla desde
cualquier lugar de la cancha, no tenía rival en la Liga.
Evidentemente, ni Sergio Rodríguez, un base imaginativo con un ritmo
endiablado a quien, aún hoy, se le atraganta el estático, ni Rudy
Fernández, que se luce en los contraataques y en los espacios
abiertos, les venía esto demasiado bien.
Pero Rudy no hizo una
mala temporada rookie, y su
cuota de minutos, le pese a quien le pese, fue correctísima para un
jugador europeo, relativamente desconocido y cuya posición está
ocupada por una estrella ya consolidada en la NBA. Las dos temporadas
siguientes sí bajo las prestaciones, aunque sus minutos se
mantuvieron, pero la llegada de Wesley Matthews, menos técnico y
espectacular pero más físico y acorde con el estilo de McMillan,
condenaron al escolta mallorquín a un ostracismo que no merecía.
El
traspaso a Dallas, y luego a Denver, le abrieron las puertas a un
nuevo estilo de juego, el de George Karl, mucho más alegre, vistoso,
rápido y libre, acorde con sus propias preferencias, pero el lockout
hizo volver al escolta al que es, por suerte para los aficionados
españoles, su hábitat natural: el baloncesto europeo o FIBA, en
concreto al Real Madrid. No puedo decir que me alegrara al saber que
volvía, pues su sola presencia ya marcaría una diferencia con el
resto de equipos, pero poder ver a Rudy, un jugador con calidad NBA
contrastada y no demostrada del todo por la mala suerte, es un placer
para el aficionado. Tras completar una serie de partidos con muy
buenos números y sensaciones volvió a Denver, donde empezó muy
bien y terminó lesionado y frustrado por no llegar al nivel al que
quería llegar.
Por
las razones que fuera volvió al Real Madrid, firmando por tres
temporadas y cobrando, pese a no estar confirmado y ser solo un
rumor, un sueldo más propio de la sección de fútbol que de la de
baloncesto. Y como no podía ser de otra manera, jugando como sabe.
En un Real Madrid que domina en la ACB y cumple con nota en la
Euroliga, Rudy está demostrando que no vuelve a España con el mismo
ritmo que en la NBA sino con el que tenía en Europa cuando se fue a
Estados Unidos: 11,3 puntos, con 47% de acierto de dos y un 38% de
tres, más dos asistencias y dos rebotes, en 23 minutos de juego es
lo que promedia Rudy, llegando al clímax de su juego en la
Supercopa, en la que anotó 21 puntos, y en la tercera jornada de la
Euroliga, con 22.
El
baloncesto de Pablo Laso se adapta mucho más que el McMillan a su
estilo y, jugando prácticamente los mismos minutos que en su primera
temporada en Estados Unidos, está completando unos números mejores,
sobre todo en cuanto a porcentajes, ya que en aportación está por
el estilo. Todo el mundo cree que Rudy, con tres temporadas firmadas
y jugando como lo está haciendo no volverá a la NBA, y motivos
tiene, pero sería una lástima que un jugador con potencial para ser
titular en la mejor liga de baloncesto del mundo no volviera algún
día ha demostrar, ya en plena forma y con una mentalidad más
fuerte, qué puede hacer en Estados Unidos. Mientras tanto,
seguiremos disfrutándolo aquí.
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