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miércoles, 15 de octubre de 2014

Admitir una derrota a tiempo

A veces, tirando de orgullo, es mejor creer que tu mejor momento ha llegado a su fin y dar paso a tiempos mejores. Momento para madurar, para intentar aprender de los errores del pasado y concentrarse en intentar crecer de nuevo. Con paciencia y perseverancia. Porque por otro lado, resistirse a abandonar y renunciar a dar paso a una etapa es como querer aferrarse a un clavo ardiendo. 



Foto: NBA
Y a medida que pasa el tiempo, todo llega o ha de llegar. Querer combatir el presente con el pasado, sin reciclarse o sin tener un plan B, u otro alternativo, invita a caer a un pozo oscuro y sin fondo. Simplemente, naufragar sin rumbo por aguas turbias en busca de tierra firme.

En Los Ángeles todo parece indicar que la idea es seguir con la misma idea. Atraer a grandes nombres, vendiendo algo que va a costar de ofrecer. Es decir, un proyecto superficial. Glamour, Hollywood… Todo parece un gran escaparate para lucir de etiqueta cada noche, pero el problema seguirá siendo el mismo, y eso no puede solucionarse con dinero, sino con cabeza y afrontar la situación con la mentalidad adecuada.

A lo que voy. Los Lakers afrontan una temporada en la que la ambición parece haber sido consumida por la desesperación, las prisas por volver a la cima de forma forzada y los últimos coletazos de un proyecto encabezado por un Kobe Bryant que ya hace frente a sus últimos años en L.A con el manual de supervivencia bajo el brazo. Las ganas volver a ganar, sea como sea y a cualquier precio, les ha abierto los ojos. 

Mientras unos batallan año tras año tratando de renovar lo máximo posible sus armas, los Lakers ven como su tiempo y crédito va agotándose, a su vez abriéndose un camino que, pese a evitar tomar, será el destino correcto: El de volver a empezar, con ideas nuevas y renovadas. Pero al menos, una temporada más, la agonía y la desesperación van a reinar entre la marea de color amarillo. Algo que ni la incorporación del exigente Byron Scott podrá esconder (contando con presión mínima): Que el proyecto se hunde y urge empezar de 0. Esa es una realidad que 'los de arriba' (los Buss y Mitch Kupchak) deben asumir cuanto antes.

Los Ángeles sigue siendo el hogar de Kobe Bryant. El estandarte e institución de unos Lakers que están (muy) lejos de aquellos que fueron capaces de conseguir dos títulos consecutivos hace unos años. Mientras que la franquicia decidía acordar que éste seguiría vistiendo de amarillo las próximas temporadas, la franquicia acababa de cimentar su propia 'muerte': Lakers y Kobe volvieron a unir sus caminos, pero no a la baja. Bryant no perdonó un solo centavo y se adjudicó con un contrato de unos 48 millones de dólares en 2 temporadas (extensión que se hacía efectiva a partir de 2014/15), dejando un margen de maniobra mínimo para reconstruir la plantilla con jugadores que hicieran de los amarillos un equipo capaz de seguir compitiendo.

EL ORIGEN

Un par de años atrás, Lakers se volcaron para conseguir a alguien de renombre: Dwight Howard. Y y no salió cómo se esperaba. A falta de un proyecto sólido y ante un público muy exigente, éste decidió, a la postre, cambiar Hollywood por Houston, dejando a dos velas a los Lakers. Por otro lado, los amarillos decidieron echar el resto (4 rondas del Draft) por un pasado MVP de la liga como Steve Nash para tratar de devolver el espectáculo perdido en Los Ángeles y crear así un equipo que, nombre por nombre, aspiraba a todo. 

Pero nada quiso salir. De aspirar a ser un equipo volcado con el fenómeno del 'Showtime', pasó a brindar dosis muy esporádicas de espectáculo. Los Lakers no terminaban de arrancar, y las lesiones no ayudaban. Pero faltaba lo último: La grave lesión de un Kobe Bryant que llegaba pletórico al final de temporada y empeñado en meter a su equipo de toda la vida a Playoffs. El jaque mate definitivo a un año rocambolesco y extraño.


Entonces, la campaña 2013/14 ofrecía pocas esperanzas, pero sí oportunidades para jugadores contratados a la baja, en busca de un sitio en la liga y disponer de minutos. Haciendo balance general, la temporada estaba perdida. Una serie de infortunios (Kobe sólo jugó 6 partidos y cayó lesionado de nuevo) y la marcha de Pau Gasol mediante la agencia libre devolvió a los Lakers a una realidad: Que para regresar a la élite, tendrán que hacer las cosas bien. Y, sobre todo, con un elemento indispensable: Mucha paciencia.

Hasta ahora.

Los Lakers tendrán que esperar unos años a adquirir flexibilidad para poder maniobrar con más facilidad en el mercado, y tiempo para empezar a hacer las cosas bien. Reflexionar. Ahora, afrontan un año en el que sobrevivir deportivamente y ver que Kobe se mantiene en su mejor plenitud de condiciones físicas serán unos de los objetivos, y mejorar, otro.

No aferrarse al pasado y adaptarse al presente y a lo nuevo. Porque a veces, admitir una derrota a tiempo es una lección que conviene aprender.
 
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