Los Juegos Olímpicos de Munich 1972 serán recordados por varias cosas. La primera por el trágico acontecimiento del 5 de septiembre, cuando en plena celebración de los Juegos, ocho terroristas palestinos asesinaron a un total once atletas israelíes y a un oficial de la policía de Alemania Occidental. Pero también serán recordados por gestas como la de Mark Spitz, que ganó siete medallas de oro en natación o por ser los primeros Juegos Olímpicos que tuvieron máscota (Waldi, un perro).
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La otra gran gesta de aquellos JJOO la protagonizó el equipo soviético de baloncesto, que rompió una hegemonía que duraba desde 1936 y que extendía el reinado americano en este deporte a lo largo de siete Juegos Olímpicos. Aquel partido que los americanos siguen considerando como 'el robo del siglo' supuso el alivio de un régimen que se veía por aquel entonces invencible.
Fue el 27 de agosto de 1972, en el Rudi Seldmayer Halle de Munich cuando la Unión Soviética pudo ganar a su gran rival (en cualquier faceta, llámese en cuestiones militares, de educación, de ciencia...) en baloncesto. La URSS había perdido cuatro finales olímpicas ante los americanos y necesitaba, como si fuera una cuestión de estado, ganar esta vez.
Durante todo el torneo, Estados Unidos, que había ganado los siete campeonatos previos disputados, había 'cambiado' su estilo. Entrenado por Henry Iba, el combinado americano había girado hacia un sistema altamente defensivo, mientras que fueron los soviéticos quienes sorprendían a todos con un imponente juego de ataque.
En aquella final, el dominio inicial fue de los soviéticos, que les permitió llegar al descanso con una ventaja de cinco puntos. Thomas Henderson, escolta por aquel entonces de Estados Unidos, definió la final en una simple frase: "Deberíamos haber corrido, y corrimos detrás de los soviéticos". A base de velocidad, Estados Unidos estaba contra las cuerdas ante su archienemigo.
Cuando el partido comenzaba a agonizar, con menos de un minuto por disputarse, la URSS vencía 49-48 y comenzaba a ver que su maldición estaba muy cerca de concluir, hasta que Doug Collins robó un balón y fue interceptado mediante una falta. El joven jugador consiguió sobreponerse a la tremenda presión que se vivía para anotar ambos tiros libres poniendo el 50-49 favorable a los norteamericanos.
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Cuando los soviéticos fueron a poner el balón en juego, el reloj indicaba que faltaba un segundo por jugar, sin embargo, desde el banquillo que dirigía Vladimir Kondrashin protestaron alegando que habían pedido tiempo muerto entre el primer y el segundo tiro libre de Collins, por lo que el reloj debía marcar tres segundos. Así pues, tendrían ese tiempo para buscar una canasta.
Los soviéticos sacan de fondo, buscando la canasta que les de la victoria, sin embargo, fallan y los americanos celebran su octavo oro olímpico sobre la pista. Es en ese momento cuando la URSS comienza a protestar airadamente y provoca que Williams Jones, Secretario General del COI baje a la mesa de anotadores y dictamine que el reloj no se había ajustado bien y que por ello, los rusos deberían disponer de otra oportunidad, con tres segundos en el reloj, para buscar la canasta de la victoria.
No había una nueva oportunidad. Los soviéticos debían anotar en tres segundos para conseguir colgarse la medalla de oro al cuello y no volver de vacío a casa. A pesar de la 'contra-protesta' americana, la decisión de Jones fue inamovible y los soviéticos dispondrían de tres segundos... que marcarían un antes y un después en la historia del baloncesto.
Ivan Edesho sacó de fondo con un pase que atravesó toda la pista consiguiendo conectar con Aleksander Belov, que se deshizo de dos rivales norteamericanos para anotar, sobre la bocina, la canasta que ponía el 51-50 favorable a la Unión Soviética.
Mientras unos celebraban, los americanos protestaron al árbitro y más tarde, presentaron una apelación oficial, consiguiendo formar una comisión de cinco miembros que decidirían si darle la victoria final a la URSS o devolvérsela a Estados Unidos. Finalmente, la comisión decidió por tres votos a dos, mantener el triunfo en manos soviéticas. Es aquí donde se escribe otro capítulo del 'robo del siglo' para los americanos, ya que los tres votos favorables a la URSS procedían de Hungría, Cuba y Polonia, tres países totalmente afines a la URSS (los otros dos eran Puerto Rico e Italia).
Aquella final escribió un capítulo histórico en el olimpismo, puesto que los americanos se negaron a recoger la medalla de plata. Una medalla que a día de hoy continúa en una caja fuerte de Zurich, esperando que alguien las reclame, aunque no parece que nunca vaya a ocurrir. Ken Davis, base del equipo norteamericano, hace unos años dijo que "he puesto en mi testamento que mi esposa y mis hijos no puedan nunca recibir la medalla de los Juegos Olímpicos de 1972".
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