Aunque
no está confirmado todas las apuestas indican que el Barclaycard Center volverá
a acoger la final del la Copa del Rey la próxima temporada. Curiosamente se
filtra esta noticia tres días después del homenaje a Aito en la sala Truss del
Barclaycard Center de Madrid, que contó con la presencia del director del pabellón,
y antiguo periodista, Manuel Salcedo, que habló de la mala relación que tenía
Aito con la prensa, según informamos en su momento.
De ganar
Madrid, la próxima edición seria la cuarta que se organiza en la capital con el
nuevo formato de ocho equipos y la decimoprimera desde que comenzó este torneo
en los años treinta. Si Madrid consigue cerrar el contrato con la ACB, los trece
mil espectadores que verán la final habrían
desplazado a los aficionados de ciudades como Las Palmas o Badalona que pugnan todavía
por organizarla, aunque con menos oportunidades los del Joventut, que a estas
alturas casi han tirado la toalla.
Y es
que en la mente de la patronal de clubes prima más la organización, en cuanto a
evento y espectacularidad, que el desarrollo del baloncesto llevando la Copa a ciudades,
cuyos clubes no están en alza. Falta saber cuál sería el equipo organizador: ¿Real
Madrid o Estudiantes? Porque del Fuenlabrada probablemente ni hablemos. Por lo
que es evidente que el negocio lo formalizan los gestores de los pabellones y
el resto es un adorno. Como ocurrió en la pasada edición en A Coruña, que,
aunque se anunció que el equipo organizador era el Obradoiro, el que realmente
organizaba era el gestor de un pabellón que se dedica a conciertos, corridas de
toros y todo lo que se tercie a lo largo del año. Relegando al Multiusos Fontes do Sar y al equipo
de baloncesto de A Coruña de liga LEB a ser unos incómodos compañeros de viaje.
Lástima
que a Francisco Roca se le llene la boca de baloncesto, cuando realmente lo único
que quiere es hacerse la foto con el Rey en la entrega del trofeo. De otra
forma primaria más el impulso a ciudades que no cuentan con un gran pabellón, pero si con una
gran afición: Manresa, Fuenlabrada, Murcia o Tenerife, que ni se plantean ofrecerse a organizarla, y que así quedan apartadas por unos directivos, que, lejos de
ponerse manos a la obra y remangarse para trabajar, prefiere ver que se les
ofrece para así elegir el mejor canapé.
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