Saltará a la cancha por 230ª vez a abrazar el balón
en el calentamiento, mirar al aro, desafiarlo y citarse otra vez con él y un
tablero al que hace enorme en, como mínimo, cuatro noches. Se quitará el
chándal y sus botas besarán la cancha, soportando el peso de 38 años de vida,
24 de los cuales han sido entregados al baloncesto y 17 a la NBA.
La mirada
fría, el rictus tranquilo y las piernas aún ligeras para galopar al otro lado
de la cancha, defendido por el valiente hombre que Miami le haya puesto encima.
Manos que cobran vida al recibir un balón de las manos de sus escuderos fieles,
esos que le han acompañado durante tantos años, y rápido gesto de bailarina
hacia un lado para dejar marchar la pelota y ver cómo se estrella contra tabla
y se cuela en las redes. Porque lo ha hecho durante casi 1.500 partidos en toda
su vida y porque es una leyenda viviente.
Foto: NBA |
Tim Duncan, alfa y omega de los San Antonio, la
esencia de los Spurs. El todopoderoso dominador de los 8 primeros años de su
carrera y el resucitado Mesías cuando, ¡siempre lo hacen!, tantos analistas
daban por muerto ya su juego y el de su equipo. ¡Cuántos años leyendo en la
prensa, en las webs y escuchando en los programas que ya estaban finiquitados!,
¡cuántas posibles retiradas del ex de Wake Forest!
Y no.
Más ligero, igual de clásico en sus movimientos y
perfecto en la ejecución. Tan sereno, calmado y serio como siempre Tim Duncan
sigue siendo el corazón de la franquicia por excelencia del Siglo XXI. 2 MVP,
10 veces en el mejor equipo de la NBA, 14 All-Star, Rookie del Año y una
gigantesca retahíla de galardones que colman sus estanterías. Junto con
Popovich y una pléyade de grandes jugadores que han compartido cancha con él
(Robinson, Parker, Ginobili, Leonard, Bowen, Horry...) sigue haciendo historia
en una liga que quiso marginarle y no lo logró. 4 anillos y 3 MVP de las
finales sustentan esta afirmación.
Pero esos cuatro premios, tan codiciados por todo
aquel que llega a la meca del baloncesto, vienen con una espina clavada
profundamente en el costado de toda la franquicia y más específicamente del
ala-pívot. Un triple de Ray Allen tras una mala defensa y un rebote no atrapado
de los Spurs suponía la salvación de unos Heat derrotados, cuyo público
abandonaba el pabellón, y apartaba el quinto anillo de Texas para marcharse a
Florida, provocando la primera derrota de los de San Antonio en unas Finales.
Y Duncan no olvida.
Cuando sonó el pitido final del sexto partido contra
los Thunder, en el que "Mr Fundamental" fue decisivo en la prórroga y
sumó su doble-doble número 155 en los Playoffs, Magic está a tiro de piedra,
San Antonio estalló de alegría, pero en la mirada más serena de toda la liga
relampagueó por un breve instante el impulso de la venganza. Un año después el
escenario vuelve a estar dispuesto, los focos iluminan el sur de Estados Unidos
para presenciar el nuevo enfrentamiento en las Finales entre el equipo de
LeBron James y su "Big 3", construido hace ya cuatro años, contra el
"EQUIPO" con mayúsculas. El conjunto del sacrificio, el juego de
pases, el racionamiento de minutos y la estrategia magistral desde el
banquillo. Una nueva batalla, otro capítulo en la Historia de los de plata y
negro, que además deberán evitar que Miami los alcance en número de anillos.
Foto: NBA |
Y en el centro de todo, más incluso que "El
Elegido", el hombre señalado por la NBA desde su etapa del instituto y su
entrada deslumbrante en la misma en el ya lejano 2003, está Duncan.
Repetitivamente sempiterno. Machaconamente épico. "Fundamentalmente"
deslumbrante. El mejor ala-pívot de la Historia no quiere dar carpetazo a su
carrera sin haber coronado otra cima: derrotar al mejor equipo de la liga en
las últimas 4 temporadas. Saltará, otra vez, a las canchas para recibir la
aclamación de su público y la admiración de los fans de todo el mundo.
El legendario guerrero, el martillo que nunca
descansa, el héroe vestido de negro y plata. Tim Duncan, una leyenda en la
cancha.
Más allá de lo elegíaco del tono, sitúas bien al personaje y nos pones en contexto para lo que se avecina. Buena semblanza de uno de los grandes de verdad. Saludos.
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