Resultado engañoso, resultado, que más allá de reflejar lo que ha sido el devenir del encuentro, bien demuestra la constancia de uno y otro, el tira y afloja en una contienda donde ha ganado no sólo el más certero, sino el que ha conseguido imponer el ritmo, y lo que es más, mantenerlo. Un partido donde la igualdad a imperado durante casi su totalidad, pero que de manera sorprendente o no, se ha visto resuelto en el último período, donde los de Joan Plaza desplegaron un vendaval ofensivo incontestable a la par que el rival se desinflaba.
Un triunfo, que da cabida a la esperanza para un Unicaja, que además de resarcirse del mal sabor de boca dejado por la Copa, mantiene más vivas que nunca sus opciones para alcanzar los cuartos de final.
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Duelo de poder a poder desde el salto inicial. Con un respeto imperante en ambos conjuntos, predominaba la igualdad en unos primeros compases donde el triple se erigía como indiscutible protagonista. No se llegaba a asentar un claro dominador, ni tan siquiera una dinámica de juego, y es que aun con la certera puntería de Caner-Medley y Michael Bramos ninguno se lograba despegar. Pero este acierto no tendría nada que ver con lo que se vería en la recta final, cuando ni el mejor Ramel Curry con 3 triples consecutivos lograba superar con creces lo combativo de los malagueños al término del primer cuarto.
Se empezaba como acababa el anterior, con un Curry imparable, creando todo tipo de pesadillas a un Joan Plaza que se encomendaba a la entrada en juego de Ryan Toolson. Fue cuando más peligraba el marcador, cuando el Unicaja volvió a hacer valer su tan efectiva pluralidad ofensiva, devolviendo la igualdad a un partido que no daba lugar a despiste alguno. Así pues, con el americano tremendamente inspirado e incisivo a partes iguales, los locales se lograban marchar a los vestuarios con ventaja a pesar de las acometidas finales de Diamantidis (44-42).
Poco cambiaban las cosas una vez comenzada la segunda mitad, porque independientemente del buen inicio del dúo Granger-Vázquez, la labor colectiva de los griegos respondía, conforme el ritmo anotador descendía a un ritmo vertigonoso. Porque si bien es cierto que las defensas eran dignas de mención, se encadenaban las imprecisiones, así como la falta de fluidez resultante de ataques sin demasiada verticalidad, acrecentando la importancia de cada canasta. Sin embargo, tanto uno como otro bien sabía la importancia de la cita, por lo que la intensidad y tensión que ésta conllevaba hacía del Carpena un auténtico campo de batalla, donde seguían siendo los andaluces los que se imponían gracias a un arreón de Caner-Medley (61-57).
Fue entonces, cuando en cuestión de minutos, las tornas giraban de manera radical, porque aunque Pedoulakis contaba con lo voluntarioso de las acometidas de Bramos y Lasme, era el Unicaja quien daba un golpe sobre la mesa, apoyándose nuevamente en un Toolson con ganas de reivindicarse, mostrándose como una auténtica amenaza en campo de ataque. El Panathinaikos estaba impotente ante la reacción rival, sin capacidad de respuesta, y dando pie aún más si cabe para que se pusiera tierra de por medio en el marcador. Ni tan siquiera Maciulis, o Diamantidis amenazaban la hegemonía verde en la contienda, la cual se seguía aferrando a una labor coral sobresaliente soportada por una claridad de ideas y acierto que dadas las circunstancias eran difíciles de superar. El rival se diluía a medida que los locales se crecían, hasta que dos triples casi consecutivos de Granger sentenciaban una victoria con la que soñar (y con razón) con los cuartos de final de la Euroliga (87-71).
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