Después de la clasificación para ir a cuartos, el partido se presentaba casi sin alicientes. Pese a que los jugadores del combinado nacional repitieron hasta la saciedad que con Francia sería un encuentro igual de importante como los otros, pero la realidad es que se jugó sin tensión. Algo lógico teniendo en cuenta que a partir de ahora todos los partidos son un todo y nada, y que si queremos ser competitivos tenemos que tener a nuestros jugadores principales descansados, situación que al no darse nos ha penalizado mucho en anteriores encuentros.
En estas condiciones, empezó un partido falto de emoción ya que Francia iba a dar descanso a grandes hombres como Parker. Ante un rival sin intención de plantar cara, España no se dejo llevar por el ritmo descafeinado y se preocupó en hacer su propio juego. Se notaba que estábamos algo más relajados y por eso pudimos ver algo tan insólito como que Navarro hiciese su 2º falta a mitad de cuarto. Pero no supuso ningún problema ya que fue sustituído por un San Emeterio imperial en defensa.
Ya en el segundo cuarto empezamos con un quinteto rápido -Ricky, Llull, San Emeterio, Ibaka y Pau- con el único objetivo de imprimir una mayor velocidad a un partido demasiado adormilado. No hubo nada destacado hasta que entró Víctor Sada en los minutos finales de la primera mitad. No se entiende cómo este jugador no disfruta de más minutos si cuando está en pista es un excelente defensor y se alza imperial en ataque. Sin duda, Sada ha sido uno de los mejores jugadores del partido, no es cuestión de estadísticas sino de actitud.
A la vuelta del descanso, salimos con ganas de ir a rematar el partido temiendo que el rival resurgiera de sus cenizas. Pero no fue así, Francia tuvo una actitud lamentable durante todo el encuentro, pensando más en cuartos que en el partido que estaban disputando. Con nuestro enemigo despistado, el combinado español dio un puñetazo en la mesa y rompió el partido de forma definitiva. Con unos espectaculares contrataques de Rudy Fernández, que estuvo excelso durante todo el partido, nos daban alas para conseguir el objetivo de irnos por encima de los 15 puntos. Así pues, a dos minutos del final, tuvimos un parcial de 27-4 a favor de España, en los que gran parte de culpa tuvo un inmenso Juan Carlos Navarro que acabó con 16 puntos, siendo el máximo anotador del combinado español.
Ya al final del partido, Scariolo respiraba tranquilo. El rival no parecía interesado en el resultado del partido, así que aprovecho el último cuarto para dar minutos a los jugadores que menos juegan para que siguiesen rodando. Por ello, vimos a un grandísimo Víctor Claver, quien dejó de lado su timidez y los fantasmas que parecen asolarle cuando le toca asumir responsabilidades, y se mostró agresivo en ataque, acabando con 8 puntos en 6 minutos de juego. Hay que destacar también la gran actividad de Lllull en ataque y en la poca defensa que hubo. Y es que acabamos 69- 96 a favor de los nuestros, siendo la misma diferencia en el marcador un reflejo de la diferente actitud por parte de ambos equipos.
La anécdota la dio José Manuel Calderón quien se dedicó durante todo el tiempo a hacer de psicólogo de sus compañeros. Y es que se pasó todo el partido hablando con cualquier compañero que tuviese cerca, dándoles ánimos o haciéndoles pequeñas reeflexiones para subir la moral. Lo que es más sorprendente todavía es la naturalidad con la que lo vemos nosotros. Sin duda, no paran de demostrarnos que daa igual el lugar o el motivo, siempre son una piña en la que están apoyándose los unos sobre los otros. Por esto último y por la actitud que han demostrado durante todo el partido se merecen el oro, ya que no solo tenemos al mejor equipos sino también a un grandísimo grupo de personas.
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