A
medida que los acontecimientos se suceden, las posturas entre los máximos
gestores de las competiciones continentales están cada vez mas enfrentadas. Si
la semana pasada Jordi Bertomeu llamaba a las oficinas de FIBA y los máximos
dirigentes del baloncesto le cerraban el acceso con un “vuelva usted mañana que
nosotros estamos trabajando en lo nuestro” dándole con la puerta en las narices,
ahora ya no hay acercamientos posibles en una batalla en la que, lejos de parecer
vencida, la FIBA está gestionando el nacimiento de la futura Basketball
Champions League con más reflejos de lo que se pensaba en un principio cuando,
a principios de noviembre, la Euroliga parecía que la había derrotado tras la
firma del acuerdo con IMG.
Jordi
Bertomeu concedió la semana pasada una entrevista a eurohoops.net con un tema
central, la renuncia de FIBA a hablar con él. En sus intenciones se ve que
quería dejar claro que su organización tiene la puertas abiertas a cualquier
dialogo con FIBA para seguir manejando entre los dos las competiciones
continentales, pero en su fuero interno se observa que el desplante ha sido
demasiado grande. “Los clubes no son un premio, pero son los únicos que deben
decidir” ha dicho dejando claro que los movimientos de FIBA son demasiado
agresivos y potentes para el reparto equitativo de los derechos televisivos. Y
es que si hay algo claro es que las dos competiciones se tendrán que repartir
un botín mermado por una gestión basada en la soberbia.
Por su
parte la maquinaria FIBA ha demostrado que todavía tiene la suficiente
capacidad para forzar a los clubes, cuyas ligas dependen de las federaciones, a
unirse a su causa. Bien porque estos estaban cansados del trato discriminatorio
del Board Euroleague a la hora de conceder licencias e invitaciones de forma
aleatoria impidiendo el paso a equipos emergentes competitivamente hablando,
bien porque el peso burocrático de las federaciones de algunos países es tan
fuerte que a sus clubes que no les queda más remedio que asentir si quieren ver
el dinero procedente de las mismas, o bien porque se dan ambas circunstancias,
como se desprende del caso ruso a raíz de la entrevista concedida por Andrei
Kirilenko, nuevo presidente de la Federación de Rusia, a sportfakt.ru.
El caso
ruso quizás sea el paradigma más evidente de lucha creada entre estas dos
instituciones y el motivo, tras el cambio de postura de esta federación, del
porqué Bertomeu ha llamado a las puertas de FIBA. Equipos como el BC Khimki o
el Locomotiv Kuban quedan a expensas de poder acceder a la Euroliga mediante
una victoria en la Eurocup o en la VTB United League (si finalmente Bertomeu
decide que el ganador de esta liga acceda a ser uno de los cinco elegidos que
acompañen a los equipos con licencia A). Por eso, cuando Kirilenko dice que: “por
supuesto, la Federación Rusa también tiene
una fuerte oposición al hecho de que nuestro país tenga un solo lugar en
Euroliga la próxima temporada. Así que la postura de Jordi Bertomeu para
nuestros clubes y el equipo nacional es un mal absoluto. Además, no hay que
olvidar que solo las competiciones FIBA son competiciones oficiales, mientras
que Euroliga es un torneo comercial”, no solo esta cerrándose en banda frente a
Bertomeu, sino que además le rebaja de categoría llamando a la Euroliga algo
comercial. Sorprenden estas declaraciones, tan afines a FIBA, si recordamos que los
equipos de la Federación Rusa fueron vetados para la participación en
competiciones oficiales, incluido el Eurobasket, por las injerencias de los
tribunales rusos al ordenar repetir las elecciones a la presidencia de dicha federación y destituir
a la anterior presidenta. Pero es que las posturas giran rápidamente cuando los
derechos televisivos se cruzan por el camino. Kirilenko lo tienen todo atado y
bien atado gracias al apoyo de Dmitry Chernyshenko, alto directivo de Gazprom y
presidente del comité organizador de los Juegos Olimpicos de Sochi, y de Sergey Ivanov,
vicepresidente del gobierno de Putin y presidente de honor de la VTB United League.
Y habla sin miedo al enfrentarse con estas declaraciones al todopoderoso
presidente del CSKA¸ Andrey Vatutin, máximo impulsor de la nueva
Euroliga al conseguir el sponsor de IMG para Bertomeu.
Al
igual que la de Kirilenko, muchas federaciones se han posicionado ya de cara a
la Champions. Algunas, caracterizadas por no tener ningún equipo con licencia A
como Francia, lo han hecho desde el principio, ejerciendo un control férreo sobre
las voluntades de sus clubes, otras, como Turquía lo han hecho más
reposadamente, pero sin dar a torcer su brazo, y otras han tardado más, como la de Rusia, que, al
final lo ha hecho motivada por necesidades propias y ajenas. En definitiva, todas estan empujando a sus clubes, algo que, en el fondo, no
es más que un ejercicio poco democrático, pero efectivo, de la mano de
hierro de ciertos dirigentes frente a las voluntades del deporte de forma institucional.
Curiosamente
uno de los aspectos más llamativos de los clubes cuando fundaron la Euroliga
era apartarse de toda directiva proveniente de las federaciones, a las que veían
como entes que les mangoneaban, y ahora todos quieren volver a los brazos FIBA.
Salvo el caso ACB que de momento no se posiciona, ya que los clubes no tienen
la presión de un presidente de federación al haberse deshecho oportunamente de la cabeza que podía forzar la incorporación a la Champions. Eliminando al presidente de la FEB, uno de los
máximos impulsores de esta competición, de la batalla, los clubes quedan libres y a
la espera de que FIBA de pasos más seguros para decidirse a volver a los brazos
de quien huyeron hace tiempo. Sin embargo, no es lo que parece, porque de lo que realmente están a la espera los clubes ACB es de ver que se hace con cierto dinero. Y así, por si acaso, los tres clubes con licencia A ya han empezado
a comportarse como los entes burocráticos de los que huyeron hace tiempo, al proponer, según
informa mundodeportivo.com, un reparto equitativo de los ingresos del contrato con
Movistar+, 5 millones netos, si los clubes abrazan el modelo de Bertomeu y se
unen a la Eurocup. Algo que, en el fondo no es más que un ejercicio poco democrático,
pero efectivo, de lo que es la mano de hierro de ciertos clubes frente a las
voluntades del deporte de forma particular.
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