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jueves, 10 de enero de 2013

25 años del pistolero mágico

Gracias a nuestros compañeros de Marca.com, hemos podido conmemorar el vigésimo quinto aniversario sin Pete Maravich, un jugador que revolucionó el baloncesto y lo dotó de espectáculo, genialidad e imaginación. 

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Foto: nba.com

Dotado de una especial habilidad para la práctica de cualquier deporte, Maravich pasaba todo el tiempo en el gimnasio. Se pasaba horas y horas haciendo ejercicio y jugando al baloncesto, practicando el bote, el tiro y desarrollando una imaginación sin parangón en la cancha con trucos poco convencionales y nunca vistos hasta entonces. De esta obsesión nació la leyenda de un jugador letal.
Pistolero
En Carolina del Norte, donde se matriculó en el Needham B. Broughton, se ganó el apodo que le acompañaría el resto de su carrera. Su facilidad para desenfundar, casi desde cualquier posición del campo, le valieron el sobre nombre de 'Pistol' porque parecía que tenía un revolver. Y como prueba los 33 puntos de media que promedió en su último año de Instituto, en las filas del Instituto Militar Edwards.
Su nombre ya no era un secreto guardado bajo llave. Todos los ojeadores universitarios querían a aquel joven tímido y callado que hablaba a través del balón. Finalmente fue la Universidad de Louisiana la que se llevó el gato al agua. El factor que hizo que Maravich se decantase por esta institución fue que su padre, miembro de su cuerpo técnico, se lo pidió. Aunque años más tarde el talentoso jugador reconociera que él siempre había querido jugar en la Universidad de West Virginia.
Sobrado en la Universidad 
Sin embargo, este pequeño 'revés' no mermó un ápice el ánimo y las ganas de triunfar de un chico que por físico parecía más el quinto beattle que un jugador de baloncesto. La normativa universitaria en aquella época no permitía a los chicos de primer año jugar en la misma Liga que los mayores y desde el primer partido (55 puntos, 14 rebotes y 11 asistencias) demostró que ese campeonato se le quedaba pequeño y terminó con una escandalosa media de 43,6 puntos por partido.
Maravich destrozó todos los registros y cada año aumentaba su producción anotadora (43,8; 44,3 y 44,5 fueron sus medias) hasta alcanzar un promedio de 44,2 puntos por partido en sus tres temporadas en la NCAA. Una Liga que aún a día de hoy le rinde pleitesía a su nombre pues en su poder siguen algunos de los récords individuales de la competición. Así, Maravich sigue teniendo el mejor promedio anotador de una carrera univeristaria, el mayor número de puntos, 3.667, y el mayor número de partidos superando los 50 tantos con un total de 28. Un aniquilador total.


¿Un perdedor?
En esos años de Universidad, sin embargo, también surgió su particular leyenda negra. Una etiqueta que le acompañaría el resto de su carrera. Maravich empezó a ser considerado un perdedor, un jugador capaz de romper las estadísticas, pero que no podía llevar a su equipo a la victoria en momentos importantes.
Enamoró, pero no lideró

Maravich tuvo un impacto inmediato en la NBA. Su juego enamoraba a las gradas y aunque levantaba ciertas suspicacias entre sus compañeros, pronto demostró su valía y su particular visión con la que revolucionaría el baloncesto.

Como buen genio que era sus defensores se contaban por millares. Al igual que sus detractores, que encontraron un patrón para definir a Maravich: muy entretenido en su juego, pero incapaz de liderar a un equipo ganador.
Llegó a ser All-Star en 5 ocasiones, pero su carrera en la NBA no fue un camino de rosas, ya que tuvo que superar los problemas de alcohol de su madre, luchar contra una mononucleósis que le hizo perder 15 kilos y pelear contra unos problemas en ambas rodillas que lastraron su carrera y que le obligaron a retirarse con 32 años.
Militó en la NBA entre 1970 y 1980 (24,2 puntos y 5,4 asistencias) defendiendo los colores de Hawks, Jazz y Celtics.

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