Estados Unidos completa su póker de triunfos de forma inmejorable. Los chicos de Coach K volvieron a sacar a relucir todo su repertorio ofensivo para imponer su ley sin miramientos, demostrando pluralidad y espectáculo a partes iguales en un partido donde hasta 5 jugadores superaron los dobles dígitos.
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Haciendo gala de su equilibrio ofensivo, Estados Unidos marcaba la pauta en los primeros compases con Harden y Faried como cabezas visibles. Si bien era Rudy Gay el que intentaba poner tierra de por medio, los caribeños aguantaban las continuas acometidas, demostrando pluralidad y alternativas pese a la baja de Francisco García. Irrumpía Cousins, pero Jack Michael Martinez hacía la réplica de forma inmejorable para mantener a los suyos en vereda al término del primer cuarto. (22-25)
El descaro dominicano permanecía tan efectivo como admirable conforme la dinámica de partido no cambiaba de cara. Sin embargo, pronto sería el juego interior americano el que rubricara un antes y un después en la contienda. La movilidad de Cousins y Faried era tan diferencial como imparable para una Dominicana impotente, que a merced de la endiablada cadencia rival se desinflaba. El encuentro amenazaba con romperse, siendo Rudy Gay y Anthony Davis los encargados de fructificar un contundente parcial de 31-19 cuando llegábamos al descanso. (41-56)
En un abrir y cerrar de ojos, el partido estaba más que visto para sentencia. República Dominicana trataba de oponer resistencia a base de destellos interiores y acometidas de Edgar Sosa, pero los de Coach K ya se habían llevado el envite a su terreno. Faried volvía a ser el ente dominador, pero era la coralidad y dinamismo la que propiciaba que la máquina ofensiva estuviera en su plenitud, lo que no podía reflejarse de otra forma que no fuera espectáculo. Algo que bien dejaba claro DeMar DeRozan, que haciendo gala de muelles sepultaba a su rival con dos mates para la hemeroteca al término del tercer período. (52-81)
El devenir estaba más que definido, pero la exhibición estadounidense no decaía, así como su hambre para finalizar cada transición a un compás cada vez más vertiginoso. Cousins y DeRozan hacían de telonero para un Klay Thompson en su salsa, que acribillando a triples daba pie a que Plumlee y Drummond hundieran cada balón que pasara por sus manos. Tras la tormenta, llegó la calma, ya que mientras Liz y Santana encarnaban el orgullo de los suyos, Estados Unidos se dejaba llevar, lo que no terminaba por impedir una irrebatible victoria. (71-106)
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