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lunes, 16 de junio de 2014

Los eternos Spurs: ¡quinto anillo de San Antonio!

PRIMER ACTO: ALCANZAR EL PARAÍSO

Un hombre y una misión. LeBron James contra San Antonio Spurs y las estadísticas, porque ningún equipo había remontado jamás un 3-1 en unas Finales y porque ningún equipo parecía respaldar al "Elegido" en su cruzada por conseguir el tercer anillo consecutivo. Quinto encuentro, quinta batalla tras dos duelos igualados y dos auténticas carnicerías a manos de un conjunto espoleado por la energía de Kawhi Leonard, su defensa y su acierto en el tiro tanto en el tercero como en el cuarto. Los de plata y negro, en esta ocasión vestidos de blanco, saltaban a la rugiente cancha de su At&T Center con ganas de finiquitar por la vía rápida los últimos 48 minutos de su sendero a la gloria, y enfrente un hombre que no se quería resignar a este destino.



Y con heroico esfuerzo James quiso resistirse, como el padre de Edipo tratando de desafiar a los hados o Héctor enfrentándose al poderoso Aquiles aún a sabiendas de lo que los Dioses habían escrito para él, y realizó un primer cuarto espectacular, anotando, reboteando y asistiendo, liderando a sus Heat a un inicio de partido arrollador que dejó patidifuso a San Antonio. Sin respuestas, nerviosos y sin circulación de balón los Spurs se vieron cortocircuitados y machacados con fiereza por LeBron, que los logró dejar a casi veinte puntos de distancia.

Hasta que apareció Manu.

Había rendido muy por debajo de sus posibilidades el año pasado, en una serie muy decepcionante contra el mismo equipo, pero no estaba dispuesto a dejar que pasara lo mismo. Saltó a la pista y anotó un 2+1, enchufó un triple y sacó una falta en ataque. Poco después una asistencia a Leonard hacía que los Spurs se acercaran, aunque el  marcador al final del primer cuarto sería de 29-22. Finalizaba la introducción del último capítulo de la epopeya que son las Finales.



SEGUNDO ACTO: EL INFIERNO

Pese a que los de Texas se habían acercado hasta ponerse a solo 7 puntos de distancia el ímpetu de los Heat no parecía haberse apaciguado. Era dar un nuevo respiro y forzar el sexto o morir definitivamente. Pero San Antonio no se iba a dejar. Fallaba Parker, el eterno timonel del equipo y el último MVP de las Finales, allá por el 2007 cuando también decían que estaban acabadas, pero saltó a la pista Patty Mills y miró a Tim Duncan, al que una vez alguien definió como un "martillo pilón", y entre ambos, junto con el inconmensurable Leonard y un Ginobili que volvió al pasado para machacar en la cara de Bosh y luego anotar un triple, remontar poco a poco hasta sobrepasar a los Heat.
Paso a paso, golpe a golpe, defensa a defensa, robo a robo y tapón a tapón. LeBron se quedó seco, tratando de anotar contra un equipo entero pendiente de él. Dwyane Wade, desaparecido en todas las Finales, se estrellaba con su físico, su mente y una defensa intensísima que le hacía no solo perder balones sino marrar tiro tras tiro. Y en el otro lado el equipo más sólido de los últimos quince años se dedicó a ir enchufando a todos sus jugadores para ir alejando progresivamente a unos Miami que no podían hacer nada ante el incesante goteo que, poco a poco, socavaba y destruía desde el interior o en bailes en la pintura a todo lo que trataba de interponer Spoelstra en su camino.



Desde que los Spurs igualaron el encuentro este dejó de tener historia. Marc Stein sacaba una estadística demoledora en el tercer cuarto: los Spurs habían logrado un parcial de 59 a 22 desde que Miami había logrado dejarlos tan atrás. El principio de ese tercer período, en el que cada canasta costaba sudor, sangre y lágrimas, contrastó con la vorágine que vino a continuación de la mano de un Mills inspirado, de cuyas manos salían balones que volaban directos hacia el maltratado aro de Miami. 12, 13, 14, 15...hasta 22 de distancia. Y mientras el At&T rugía y LeBron se desesperaba por su solitaria lucha el Anillo se iba convirtiendo en una realidad cada vez más tangible para los pupilos de Popovich.

TERCER ACTO: EL PARAÍSO

Y así, entre canastas, defensas y el rugir de la multitud entregada, culminaba el encuentro. Pero no podía hacerlo sin un homenaje al baloncesto y a los héroes. Uno a uno se fueron sentando todos aquellos que habían contribuido a que los Spurs levantaran el quinto entorchado en los últimos quince años. Leonard y Mills se fueron al banquillo con casi todo el cuarto por jugar, pidiendo luego el público su reaparición para seguir incrementando estadísticas. El tiempo se consumió lento para unos, velocísimo para los otros, hasta que los 2 minutos brillaron en el marcador.

Y entonces el rugido pudo oírse a lo largo y ancho de toda la NBA cuando la leyenda se dirigió al banquillo, con paso tranquilo pero lágrimas en los ojos. 14 puntos, 8 rebotes, 2 tapones y 38 años. Tim Duncan caminaba, ¿por última vez? rumbo al banquillo de la franquicia de la que es el corazón, sabedor de que levantaría su quinto título en pocos minutos. Tras él Ginobili, el mago de las remontadas y los puntos desde el banquillo, y luego Tony Parker, siempre clave en un equipo tan sumamente bien ensamblado.



Sonó el pitido final, estalló la alegría, el heroico LeBron (31 puntos, 10 rebotes y 5 asistencias) se retiró a los vestuarios, sabedor de que en solitario jamás habría podido conseguir tan titánica hazaña. El AT&T jaleaba a su héroes, Duncan derramaba lágrimas y Kahwi Leonard, el hombre silencioso, el guerrero que despertó en el tercer partido y no solo mantuvo a raya a LeBron sino que se echó a sus espaldas al equipo, recogía el trofeo al MVP de las Finales. El tercero diferente en los cinco anillos de los Spurs, el primer título en un año par, el culmen y el broche dorado a un grupo de jugadores brillantes.

Y con Duncan, con Ginobili, Parker, Leonard, Popovich y todos los Spurs lloró toda la NBA. Un equipo eterno que volvía a tocar la gloria.


¡Felicidades, Spurs!


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